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martes, 20 de marzo de 2012

Silencio poesía por José Manuel Ruiz Regil, texto por Claudia López Vargas


Shhhh…
Silencio…
Habría que cuidar el silencio…
Por José Manuel Ruiz Regil

Habría que cuidar el silencio,
que es una especie en peligro de extinción.
Silencio del asombro,
íntimo silencio,
silencio del tumulto y del anonimato.
Formemos brigadas para rescatarlo
de los hoyos negros del ruido,
del eclipse hertziano y satelital,
de la prisa sorda y los horarios en que es inmoral callar.
Cultivemos el silencio de la noche
por encima de los televisores,
y el silencio de la acción,
la sigilosa carrera del tiempo.
Silencio que enronquece la voz,
silencio que crece en las entrañas,
silencio que cuesta hablar,
silencio como una postal tirada en el buzón sin estampilla.
Los muchos problemas y complicaciones que los seres humanos tenemos en la vida, están rodeados por lo general de un entorno de mucho ruido. Como es lógico esto se da principalmente en las ciudades, esa bulla nos acompaña la mayor parte del día entre el ruido de la calle, los medios de comunicación, la familia, el ámbito laboral…
Este torbellino que a diario nos acompaña, por lo general, se minimiza cuando vamos a dormir, pero toda la turbulencia del día ya ha dañado nuestra tranquilidad, la mente sólo busca el alivio, no hay lugar ya para que la conciencia aprecie el valor de un concepto tan importante para el ser humano como lo es el silencio. Ya en la hora del sueño, lo que importa es entrar en ese estado onírico que nos da el descanso al cuerpo y la mente.
El silencio consciente tiene un gran valor, el silencio aplaca nuestros ímpetus, acaba de golpe con discusiones innecesarias, evita que, como bola de nieve, crezcan los conflictos, es muchas veces la solución a verdaderos dramas, toca nuestro interno y acaricia nuestro espíritu. Guardar silencio, aplaca tu ira, te tranquiliza, esclarece tu mente y enfocas con más lucidez la consecuencia de cada uno de tus actos.
El silencio es el elemento fundamental para que la mente analice los problemas y busque la solución a ellos. Es por ello que se puede decir que el silencio es el principio fundamental de la meditación.
De la práctica de ese silencio se puede llegar también a obtener algo fundamental para ser felices: el acceso a nuestro yo interior, allí donde está contenido lo más esencial de nosotros, lo más puro y creativo de nuestro ser. A ese yo superior que muchos llaman "alma" y que sólo se puede llegar a través de esa mente consciente silenciosa dispuesta a atenuar los efectos de la turbulencia cotidiana.

El silencio, además, junto al tiempo, es una excelente cura para las heridas del alma y del corazón. Allí, donde ese sufrimiento parece interminable, el silencio prepara el camino para la reflexión, el análisis inteligente y el enfoque correcto para una vida con paz interior y salud mental.
Si quieres profundizar en el tema, consúltanos. En tu camino hacia el éxito, déjate acompañar por Sombra, Personal Coaching.

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