Si ponemos atención, la mayoría de las cosas se dan cuando abrimos ese espacio de la realidad para permitirnos ver que todo está conectado. Las oportunidades aparecen, las cosas se recuperan, las perspectivas cambian, y muchas veces basta, solamente, un pequeño respiro para teñir el presente de nuevos matices. Esto es darse cuenta.
Darse cuenta de que uno está allí; de que el otro también, y que juntos hacemos un universo poderoso, vivo, dinámico y cambiante a voluntad. Despidamos aquellas ideas que nos sugieren que las cosas son como son y que así han sido siempre. Enterremos en el baúl del agradecimiento aquellos paradigmas que nos han permitido llegar hasta aquí, para darnos cuenta de que hay más, y nuevas formas de tejer la red del futuro. Abracemos las posibilidades que nos habitan y fecundemos aquellas que nacerán del encuentro con otros seres que también se han dado cuenta.
Darse cuenta es descubrir que donde hay un problema, también hay una oportunidad. Que donde hay una falta, surge un valor (“La presencia de una ausencia” Octavio Paz); que donde hay sombra, la luz tiene cabida. El mensaje nos llega desde la antigüedad: “Conócete a ti mismo”. La filosofía perenne recoge diversas técnicas, ritos y prácticas que a lo largo de la historia de la humanidad han ayudado al individuo a cumplir esta consigna. Mancias, oráculos, rituales, oraciones, cantos, danzas, magia, arte y ciencia conforman la armadura del guerrero del tiempo.
El exacerbado individualismo de los últimos tiempos se justifica al poner en juego los valores personales en el grupo. Estamos entrando a la era de la colaboración; los nombres individuales se vuelven organizaciones, marcas, iniciativas colectivas que aglutinan talentos, experiencias y metodologías para alcanzar objetivos sustentables y sostenibles. El axioma ahora es: “Conoce a tu equipo”.
Nos hemos dado cuenta de que solos es más difícil afrontar los retos que impone la realidad. Y parece que seguimos aferrados al protagonismo, a los super héroes o a los líderes vitalicios. Pero si tomamos distancia, y nos volvemos testigo de nuestros días, veremos que no es así. Que estamos inmersos en un organismo dinámico, donde los roles cambian impredesciblemente, y donde las habilidades y los talentos son intermitentes y complementarios.
Por eso cada vez es más urgente saber con qué contamos, con quién contamos y cuál es la configuración del grupo al que pertenecemos. Y tener la disposición de tomar uno, dos o más roles, de acuerdo al reto que se presenta. La identificación de las habilidades naturales de cada individuo, el desarrollo de las competencias prácticas, y la capacitación constante inter-áreas e intra-grupos es una de las nuevas prácticas que permitirán a las organizaciones del futuro permanecer en el escenario y ser competitivas ante la adversidad del mercado.
Darse cuenta es estar en el presente, mirar con claridad, asumir que lo que hay es lo que ves, y que lo que no ves o no quieres ver puede convertirse en tu principal obstáculo para crecer o el motivo de tu extinción.