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martes, 4 de octubre de 2011

El devenir consciente de la sombra Por José Manuel Ruiz Regil



“Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz,
 sino haciendo consciente la oscuridad”.

Se puede definir la sombra como la totalidad de lo inconsciente, el Loco del Tarot, el número cero. Asimismo, define Freud el inconsciente: todo aquello que cae fuera de la consciencia. Jung mantiene el mismo postulado adaptándolo a su propio corpus teórico, en el que el inconsciente tiene, además de la dimensión personal, una colectiva (inconsciente colectivo). Sombra designa al aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios. En este sentido, la Sombra es la parte inferior de la personalidad, la suma de todas las disposiciones psíquicas personales y colectivas que no son asumidas por la consciencia por su incompatibilidad con la personalidad que predomina en nuestra psique.

Estos contenidos rechazados no desaparecen, y cuando cobran cierta autonomía se constituyen en un agente antagonista del yo, que mina los esfuerzos de éste. En la conciencia se produce  una sensación de desequilibrio, producida por la añoranza de aquello que no aceptamos o no sabemos encontrar en nosotros mismos: de ahí el carácter marcadamente ambivalente de lo inconsciente, que según los casos puede actuar tanto como recuerdo antagónico, que pone de manifiesto las carencias del yo consciente, como en alivio compensatorio de esta misma insuficiencia.

Dado que la sombra representa nuestros impulsos más primitivos, nuestra faceta instintiva animal como sumatorio de todo nuestro pasado evolutivo, las dificultades vitales encontradas generalmente en hombres y mujeres pueden deberse, o bien a una omisión o supresión de la sombra, imposibilidad que degenera en una revuelta de aquello que se pretende eliminar; o por el contrario, y desde el otro extremo, a una identificación con el arquetipo, con lo que el Yo queda a merced de la tempestad de lo inconsciente como el resquebrajado muro de una presa ante el desbordamiento del embalse que pretende vanamente contener.
De ahí que como parte fundamental de toda analítica se retome la sana virtud de volver al punto medio entre dos extremos: en este caso, el devenir consciente de la sombra.

«La figura de la sombra personifica todo lo que el sujeto no reconoce y lo que, sin embargo, una y otra vez le fuerza, directa o indirectamente, así por ejemplo, rasgos de carácter de valor inferior y demás tendencias irreconciliables».1 2«La sombra es...aquella personalidad oculta, reprimida, casi siempre de valor inferior y culpable que extiende sus últimas ramificaciones hasta el reino de los presentimientos animales y abarca, así, todo el aspecto histórico del inconsciente...Si hasta el presente se era de la opinión de que la sombra humana es la fuente de todo mal, ahora se puede descubrir en una investigación más precisa que en el hombre inconsciente justamente la sombra no sólo consiste en tendencias moralmente desechables, sino que muestra también una serie de cualidades buenas, a saber, instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores, etc.».

Cuando vemos la sombra representada por un dragón, la reacción inmediata es dar la vuelta, evitarla o huir. Sin embargo, es en el empatamiento con la bestia que el Yo mide sus fuerzas, encara la batalla y obtiene la victoria; la vuelve su aliada, para montar en ella y acceder juntos a nuevas alturas. Quizás, este encontronazo de voluntades e instintos, envuelto en un aura de fe y amor propio hay sido llamado por los místicos La noche oscura del alma. Ese túnel oscuro por el que atravesamos cada vez que queremos ir al fondo de nuestra más profunda realidad.


"Vivo sin vivir en mí/
y tan alta vida espero/
que muero porque no muero".

Tema de atribución discutida, usado por Santa Teresa de Jesús y con alguna variación (y de tal manera espero) por San Juan de la Cruz. Por eso como dice el poeta  "If you’re going to try, go all the way. Otherwise, don’t even start". Ch. Bukovsky

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1C. G. Jung, Bewusstsein, Unbewusstes und Individuation, Zentralblatt für Psychotherapie, 1939, pág. 265 y s.
2C. G. Jung, Aion, 1951, pág. 379 y s.

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