Angelito de mi guarda
Mi dulce compañía
No me desampares
Ni de noche ni de día
Tengo un profundo respeto a la religión
Católica, nací en su seno y provengo de familias practicantes. Como es lógico de suponer, fui criada en esta
fe y, como lo dictaban “las buenas costumbres” del momento, crecí
espiritualmente en lo que mis padres consideraron el mejor catecismo, el de más
tradición y en el que me “rozaría” con la gente adecuada y de nuestra misma
condición.
Así, sin más trámite, fui enviada a la
Parroquia Alemana, a Santo Tomás Moro.
Los años y la vida me enseñarían que mis padres tuvieron razón, aunque
por otros motivos, sí fue una gran elección y fue el mejor lugar que pudo haber
para mí.
La instrucción religiosa que recibí en
este hermoso recinto fue siempre a través del conocimiento, de la razón y de
muy variadas lecturas. Si bien era importante el “dogma”, lo más importante era
el cultivo cultural que hicieron en cada uno de los que asistíamos a nuestras
clases semanales. Puedo afirmar que
fuimos neuronas muy bien tratadas, emociones cuidadas, intelectos cultivados e
individuos incitados a pensar y discernir en todo momento.
Me involucré en una vida “religiosa”
activa, desde muy joven me convertí en catequista y a los 18 años era la guía
del grupo juvenil. Tuve que pasar por
una serie de estudios muy serios, de cursos, seminarios, actualizaciones y
conferencias. Conforme pasaba el tiempo
y me preparaba más me iba dando cuenta de lo mucho que quería llegar a saber y
que la gran mayoría de las personas (religiosas o laicas) que me rodeaban eran
sumamente agresivas con cualquier otro que practicara un credo diferente.
A los dos años de haber entrado a la
universidad, mis horarios se volvieron totalmente locos y ya no tuve tiempo de
seguir adelante con el grupo juvenil. Me
plantee nuevas metas para mi desarrollo espiritual y armada con la fuerza y el
vigor que da la juventud empecé a hacer estudios más profundos en teología,
biblia y temas afines.
No me había dado cuenta que todas
aquellas semillas de conocimiento que se sembraron en mí desde pequeña ya
habían dado vida y estaban muy próximas a dar frutos. Una cosa me fue llevando a otra, sabía que
desde mi nacimiento era “diferente” a la mayoría de las personas, podía sentir
cosas que los demás no, tenía una necesidad infinita de saber y el libro que
siempre consideré como la guía de muchas cosas no estaba preparado para
responder.
Había llegado el momento de redefinirme,
de introspectar y de decidir de manera consciente el camino que se convertiría
en la gran búsqueda de mi vida. La primera pregunta que surgió en mí fue si en
realidad era Católica por gusto, por convicción, por comodidad o por herencia
familiar. La respuesta no se hizo esperar y fue el día en que empezó el gran
peregrinaje, la gran aventura del conocimiento y que al día de hoy sigue su
curso como río salvaje.
Primero tuve que entender que la
palabra “religión” en ocasiones se usa como sinónimo de “religión organizada” u
“organización religiosa”, es decir, instituciones que respaldan el ejercicio o
la actividad de ciertas creencias y ceremonias, frecuentemente bajo la forma de
entidades legales, alejándose de su etimología proveniente del latín religare
o re-legere, lo que une o re-liga.
Filosóficamente, la
religión puede ser un estilo de vida, un camino hacia la plenitud que inicia
desde el mismo instante que se cobra conciencia de la misma.
También se utiliza
para referirse a una obligación de conciencia que exhorta y anima al
cumplimiento de un deber.
La religión es una actividad humana que suele
abarcar creencias y prácticas sobre cuestiones de tipo existencial, moral y sobrenatural. Hay religiones que
están organizadas de formas más o menos precisas, mientras que otras carecen de
estructura formal, pero es un hecho indiscutible que, en todo caso, organizadas
o no, están integradas a las tradiciones
de la región en la que se desarrollan.
Antes de ser usado con un sentido relacionado a las
divinidades, el término “religión” o “religioso” era utilizado para expresar un
temor o un escrúpulo supersticioso. Y se desprenden dos grandes corrientes de
pensamiento que siguen en boga hasta nuestros días.
La primera interpretación relacionada con el culto es la
de Cicerón que, en su obra “De natura deorum”, ofrece la siguiente etimología: “Quienes
se interesan en todas las cosas relacionadas con el culto, las retoman
atentamente y como que las releen, son llamados ‘religiosos’ a partir de la
relectura”. Esta etimología
—filológicamente más correcta— subraya la fidelidad a los deberes que la
persona religiosa contrae con la divinidad y por tanto está más relacionada con
la justicia.
La otra etimología, propuesta por Lactancio, hace derivar la palabra ‘religión’ del
verbo latino religare: “Obligados
por un vínculo de piedad a Dios estamos ‘religados’, de donde el mismo término ‘religión’
tiene su origen, no —como fue propuesto por Cicerón— a partir de ‘releyendo’”. Este segundo sentido resalta la
relación de dependencia que “religa” al hombre con las entidades superiores de
las cuales él se puede llegar a sentir dependiente y que le lleva a ofrecerle
tributo y sacrificio en actos de culto.
En “Las formas
elementales de la vida religiosa” (1912) podemos encontrar la
conocida definición de religión del sociólogo francés Durkheim: “Una religión es un sistema
solidario de creencias y de prácticas relativas a las cosas sagradas. […] Toda
sociedad posee todo lo necesario para suscitar en sus miembros la sensación de
lo divino, simplemente a través del poder que ella ejerce sobre ellos”.
Para 1941 en su
ensayo “Del imperio romano”, José Ortega y Gasset escribe “Cuando el hombre cree en
algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello. Religio no viene, como suele decirse, de religare, de estar atado el
hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la
significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’; por tanto,
el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente. Lo contrario de religión es negligencia, descuido,
desentenderse, abandonarse. Frente a relego está nec-lego;
religente (religiosus) se opone a negligente”.
Así, se puede pensar
que la religión es la configuración u organización de la existencia a partir de
dimensiones profundas de la experiencia humana que relacionan al hombre con
algo que se le presenta como último y trascendente. Estas dimensiones varían de
acuerdo con las circunstancias y culturas a las cuales pertenece el individuo.
Estas religiones pueden ser reveladas o no reveladas.
Entonces, si religión
es aquello a lo que presto atención, aquello a lo que me enfoco con más pasión,
aquello en lo que puedo ser escrupulosa y disciplinada, eso que crea una
obligación divina de releer y entender, entonces mi interés por conocer más
formas de pensamiento se incrementó.
Este simple descubrimiento me llevó a pensar que la vida es como un
inmenso rompecabezas y que todo lo que podamos aprender, saber, investigar,
vivir, intuir, es tan solo una pieza más.
No importa cuántas logremos juntar o poner en su lugar, siempre serán
demasiado pocas para entender la vida, el pensamiento y el conocimiento, y el
panorama se vuelve más árido si quiero empezar a tocar un poco de la sombra de
la divinidad.
Tuve entonces que
entender otras palabras que ahora me lanzaban mis familiares y amigos con más
furia a la cara: fe, dogma, ateísmo y paganismo. Siempre pensé que entendía los significados
de cada una de ellas, qué equivocada estaba; los empecé a entender cuando se
convirtieron en armas filosas y llenas de ponzoña que las personas con posturas
religiosas extremas y poco informadas las usan para defender “su creencia”
tratando de intimidar y destruir a todo aquel que no piense, viva o profese lo
mismo que ellos. Y fue cuando entendí que son, precisamente estas personas, tus
vecinos, tu familia, tus amigos, la gente común, los verdaderos sicarios y no
precisamente de Dios.
Así, la fe que siempre
había creído se sustentaba en la razón y que eran, fe y razón, diferentes pero
no por eso contrarias, se convirtieron en los dos grandes rivales y en los
escudos de posturas irreflexivas y separatistas. Siempre pensé que la fe era la seguridad o confianza en una persona, cosa, deidad, opinión, doctrina o enseñanza
de una religión. No, las personas me demostraron que en la
práctica diaria la fe es una creencia sin
evidencia y eso se traduce en un proceso activo de no pensar.
De
acuerdo a Bertrand Russell,
"No hablamos de la fe de que dos y dos son cuatro o de que la tierra es
redonda. Solo hablamos de la fe cuando queremos sustituir la evidencia por la
emoción". Mientras que los cristianos, judíos, mahometanos, y muchos más
sostienen que su fe es buena, única y verdadera, y que el resto de las fes
hacen daño y adoran a falsos dioses, Russell declaró a toda fe dañina. En “¿Puede la fe
resolver nuestros problemas?” (1954)
argumentó que este proceso es una fuente de violencia, guerra y destrucción ya
que pueblos distintos sustituyen la evidencia por emociones distintas. Russell
denunció que, debido a que ninguna de ellas puede defenderse racionalmente, el
proselitismo con niños pequeños y, si es necesaria la guerra, son consecuencias
inevitables al albergar fuertemente cualquier fe.
Entonces, razona Paul Boghossian,
filósofo armenio, que la fe es una afirmación de conocimiento sin evidencia que
la justifique, por lo que propone la siguiente definición como la mejor
descripción de fe en su uso real: "Fingir saber
algo que no sabes".
Y
en este saber sin saber, se han cometido las peores atrocidades y genocidios en
nombre de la fe y de Dios, no sé cuál dios, que está sediento de sangre,
venganza y odio profundo por el ser humano, que dicho sea de paso, es su propia
creación.
Si el tema de la fe es en sí mismo
ríspido, entrar a la definición de dogma se convierte en un gran desafío ya que
se le puede definir como el fundamento o puntos capitales de todo sistema,
ciencia, doctrina o religión. Es
un principio o conjunto de ellos establecidos por una autoridad como una verdad
incuestionable; sirve como parte
de las bases fundamentales de una ideología o sistema
de creencias y que no puede
alterarse o descartarse sin afectar a todo el paradigma del sistema o la ideología en sí. El
término puede referirse a opiniones aceptadas por filósofos o escuelas
filosóficas, decretos públicos, religión o decisiones promulgadas por
autoridades políticas.
Entonces el dogma es la palabra misma
de Dios que no puede ser interpretada, cambiada, evolucionada, reescrita.
Muchos tienen la idea del “dedo flamígero de dios” escribiendo de forma
indeleble, no sólo en piedra, sino en los destinos de los hombres y de la
historia toda de la humanidad.
Cuando nos damos tiempo de estudiar un
poco más a fondo cualquier libro sagrado, (que por cierto cada religión,
filosofía o creencia tiene el suyo), nos damos cuenta que además de una serie
de reglas o valores para la convivencia diaria en sociedad, podemos ver el uso
y costumbre de la época en que fue escrito, que hay estilo literario, que
corresponde a su época y que la pluma la manejó un simple mortal, a veces, dicen, en estado alterado de
conciencia recibió el dictado de Dios y lo único que hizo fue transcribir.
Dogmas, creencias más allá de la razón,
de lo comprobable; instrumentos de control y de enajenación, de atraso en el
pensamiento y euforia en la pasión del juicio condenatorio a todo aquél que
piense diferente. En otras palabras, los
dogmas son un conjunto fundamental de creencias que definen determinada
religión, y la distinguen de otras religiones. Por tanto, los dogmas no son
ideas sujetas al cambio ni al consenso, simplemente lo deben de creer por
absurdo que parezca.
Al calor de esta
búsqueda para tratar de siquiera vislumbrar alguna respuesta, he sido llamada
de mil formas, me han gritado que no tengo fe, que de acuerdo al dogma, me
condenaré al infierno y que mi alma arderá por toda la eternidad, claro, mis
culpas no han sido tan graves ya que nadie me ha dado la pena de ser masticada
por Satán, como Judas que ya lleva dos mil años en esa muy incómoda postura.
Cuando me empezaron a
llamar, de manera peyorativa, atea me hicieron un gran favor ya que mi mente
dio un vuelco y mi búsqueda abrió un nuevo camino de investigación. Me di
cuenta de que era segregada y temida ya que nunca rechacé a Dios, ni a ningún
dios que la gente adorara, eso lo respeto profundamente, sino que estuve en
contra de la idea de dios que tienen muchos que en su afán de no pensar, hacen
de él el Gran Inquisidor de sus propias pasiones, taras y minusvalías
emocionales e intelectuales. De
inmediato se abrieron los avernos, las llamas salieron como grandes lenguas
listas a lamer las culpas y los demonios hicieron aquelarres a mi alrededor…
¿En serio? ‘come on!’ Nadie se dio el tiempo de saber o escuchar que sí creo
firmemente en Dios, no en el suyo, no me pueden encasillar en una religión ya
que no profeso ninguna, no acepto ni juro dogmas ajenos y sin embargo respeto
toda vida y toda forma de pensamiento.
De pronto surgieron
espontáneos tratando de rematar esta situación condenatoria y me llamaron
pagana, sí, me interrelacionaron con las más antiguas creencias de la
humanidad, con la naturaleza, con la fuerza de la energía, con el amor divino,
con la interacción con los seres de luz y con las fuerzas místicas. Sólo con
llamarme de esta manera me alejaron de la idolatría y me pararon con fuerza en
el respeto más absoluto a todo lo que me rodeaba, ¿y creían que me insultaban?
Que Dios, mi dios y mi idea de Él los bendiga por toda la eternidad. Cimentaron
con fuerza la realidad que vivo el día de hoy.
Este evento me hizo
voltear la mirada hacia los ancestros, su sabiduría, hacia todos los tiempos, a
entender que si soy capaz de verme reflejada en los ojos de todo ser vivo,
entonces estoy empezando a tocar esa orilla de la sombra de la divinidad. Me llevaron al nirvana más extático al darme
cuenta de que todos somos dios, ya que todos estamos hechos de lo mismo y que
somos co-creadores en responsabilidad plena de nuestra creación. Me ayudaron a entender que la humildad es uno
de los “dogmas” más poderosos y que estamos hechos de lo mismo que están hechas
las estrellas. Somos Seres de Luz, Guerreros
incansables, buscadores de evolución, caminantes de las estrellas.
Todo
esto y más es el paganismo, es la integración de la conciencia universal, la
evolución como especie y como individuo.
Y tuve que aprender un nuevo idioma, que estaba ahí, en el fondo de mi
alma, en la parte más primigenia de mi sistema límbico. Al principio se tartamudea mucho, poco a poco
se va uno soltando y con la práctica se van dominando palabras y
conceptos.
En ocasiones es importante distinguir
entre “religión” y “postura religiosa”. Siendo la religión un sistema de
creencias, preceptos, prácticas y rituales, una postura religiosa es la forma
como un individuo se identifica frente a una o varias religiones. Y, de
preferencia, debemos de encontrar dos lados en este conocimiento religioso, el lado exotérico que es un conocimiento público,
inteligible y accesible y el lado esotérico que es aquella parte secreta
o discreta, críptica que se accede a través de la introspección, del
conocimiento y de la evolución llegando así al sincretismo respetuoso de todo
lo que nos rodea.
Me
declaro en un camino fascinante, sigo aprendiendo a recordar, cada día soy más
feliz con lo que soy, “diferente”, bruja, maga, hechicera y pagana.